estadísticas

sábado, 24 de julio de 2010

22 de enero de 2006, a propósito de la ausencia



A tía Carmen, a Carmita
Con un inmenso:
“Tengo ganas
De verlo"
El tío Manuel
Se refería
A su cuñado Pedro

Era el gran tamaño
De una amistad
De rocas sin quebradas

Desde Taucho, Tijoco Alto
El sur de Tenerife
Al cruce del Atlántico
A la sombra del Teide

Allí en tierra de Venezuela
Pedro se quedó y sembró
Descendencia
Trascendencia
Gratitud
Y honradez
-Toda una cátedra
De esto último-

Mirada insular profunda
En tierra firme

Ayer se fue Manuel
Con su “tengo ganas de verlo”
-A pocos días de un retorno temporal de Pedro-
En la comisura de los labios

Desechando el “me da igual”
O el “él que se busque la vida”
Prepotente y peninsular

¡Qué grande es el afecto!
¡Qué grande el “no te vayas”!

Ahora no están muchos
Y tengo ganas de abrazarlos


2 comentarios:

  1. En mis brazos


    Abuelo, estoy harta de tus manías, siempre me haces lo mismo, te marchas y nunca dices dónde vas; después hay que estar buscándote por las calles.

    Esas escapadas tuyas de nombre “Demencia” me tienen más loca que a ti.

    - Oye, viejito, son seis meses haciéndote cosquillas mientras te baño, jugando al avión para que comas.

    Menudos cortes de pelo te hago, y tú te quedas conforme con que yo, ésta principiante, te pele.

    Ayer, ¡vaya jugada me hiciste!, ¿cómo se te ocurre?, irte así sin avisarme. Fiel a tu costumbre de escaparte te has ido para siempre. Ahora me pica la curiosidad, por fin te has encontrado con los nuestros, ¿están bien? ¿nos ven desde donde están o es todo un cuento? Abuelo, coño, para irte elegiste mis brazos, estabas acostumbrado a ellos porque son calentitos, ibas perdiendo el resuello y tus ojos se perdían en los míos, las manos frías, y yo empeñada con mi boca en la tuya sin estar enamorada, era boca y aire de vital oxígeno. Pero, ni esas... viejo, mis cachetadas de desespero eran inútiles porque ya habías decidido irte a dar el último viaje, ese eterno paseo. Pero me has dejado encabronada con ese que tu llamas Dios, porque igual que tú es caprichoso y me roba al descaro una parte de mi ser, de mi sangre.

    - Bueno cielo, me despido, quizá algún día nos volvamos a ver, y me volverás a subir al burro, iremos juntos a los recados y a escondidas de la abuela te dejaré fumar un cigarrito, lo prometo.

    Carmen



    (Lo escribí unos días después de su muerte)

    ResponderEliminar
  2. Gracias Carmita. La profundidad nace más de la sencillez.

    ResponderEliminar