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miércoles, 2 de febrero de 2011

CALAMBRES CARDIÁCOS



Aquí me planto
en este mismo instante,
en este instante idioma.

Stalin Gamarra Durán, El olor de la sombra



Manufacturar palabras, la sordidez de vida,
qué difícil tarea, qué duelo de cañones.

Quería la suavidad del algodón
pero no su duro cultivo por esclavos.
Es tan raro el sortilegio de la existencia.
Sus fines de premuras y la cercanía de la muerte
cosechándonos los pasos.

Hoy por mi mañana por ti,
reza en el cementerio de Tabay,
cerca de las aguas termales y las colinas verdísimas de savia.
De subsistencia intensa, como de verdad habría que vivir,
sin acomplejar las culpas y los triunfos que proclaman
los mediocres. Los ególatras. La muerte.

Que me llenen de respiros las palabras, su perfume, su fuego
y sus caricias. Su mirada. Más vale el firmamento creado a expensas de  las aves,
que mis inútiles y absurdos malestares.

De los que están allí para hacernos infelices,
ya lo sabemos todo. Su amor por los fallecimientos, sus increíbles
deseos de grandeza. Su infamia y falta de coraje. Su forma permanente de descalificar
a  la persona. Su odio al Cosmos imbatible.

Qué difícil la palabra. Qué bella su imagen, qué inmensa
en mi mísera presencia.
.


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