MADRE
Está allí, siempre como un reflejo
señero aún,
más de mi garganta;
puede ser una flor
violeta pálido, lila,
blanca.
Como unas azucenas rompiendo un
escenario,
donde la carne es de Cristo y huyo
avergonzado.
La mirada me aprieta
frente las ráfagas
de los verbos precisos.
Cuántas lunas, veranos,
inviernos primaveras,
ya sin ella.
Todo obscuro.
Obscuro, me tropiezo.
Su mirada me hace libre.
.
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